No le quito los ojos de encima, está ahí, en su plenitud, gozando de juventud y placeres propios. Nadie cabe en su mundo, pero aún así es la perfección. Desde sus tibias manos, hasta sus ojos color tierra, profundos e inexpresivos.
Detenidamente observo tus detalles, me envuelven, me miman, me tientan, y me torturan.
Sólo déjame abrazarte Caballero. Sólo deja adentrarme en tu pecho lleno de vida, sentir el peso de tus brazos en mi cintura y sentarme a tu lado a ver llegar la muerte, o tan sólo esperar hasta que el frío me descomponga la piel.